POESÍAS

OYE BIEN...

Oye bien...
He decidido refutar las sombras
que por siglos atormentaron mi cuerpo
con su sierpe celeste.
Yo palpé los muros del infierno
cuando todos festejaban.
Fui la que parió mil cicatrices
entre pájaros y piedras.
La que decidió volar en el momento
en que todas las bocas
escupían sentencias.
La que tuvo la mirada profética
sobre los libros y las ideas que sembraban.
La que caminó por siglos desgarrada
y cual paria sin bandera,
ocultó las rosas
para que aves carroñeras no la profanaran.
La que lloró en silencio frente al espejo,
al ver tantas Magdalenas
oprimidas en su rostro.
La que amó hasta los tientos
y entre escombros de luna
conoció la cuna del río desenfrenado.

Oye bien...
Porque ha pesar de todo lo vivido
en el abismo de mis días,
hoy sacudo el polvo de mis plantas
porque sé no merezco esta
ofensa primigenia,
ni este despojarme con palabras.

Oye bien...
Vengo de las tinieblas
y voy hacia la luz;
quiero recuperar la dignidad sustraída
a través de la historia
y sus falacias.
Ya hubo demasiado dolor y sangre; 
ya lo innombrable
no transitará la desnudez de mis pupilas,
azuzando con si debo o no debo quitarme el velo,
antes que las lunas suelten al ave de su jaula.
O si puedo o no puedo decidir
cuántas estrellas llevará mi nombre,
el que tantas veces denigrándolo,
fue un espectáculo más de su ruindad.

Oye bien...
Por el borde de mis labios
emerge, segura,
la música ancestral de ser yo misma.
He decidido abrazar el signo inmutable: Edén
creado por el enjuague de mi cuerpo.
Ha llegado el día
en que todos mis silencios
sean arrancados de raíz
para que nunca más la historia me fragmente,
ni se obstine en limitar mi identidad,
ni acallar el reclamo que sostengo.

Oye bien...
Porque vengo de las sombras de los siglos a la luz.
Soy protagonista, irrenunciable
en mi derechos de ser Mujer dignificada.



Poema publicado en al Antología "GRITO DE MUJER"
República Dominicana - mayo 2014





ESTAMBRAR

Inhabitada inicio el ceremonial de la tarde.

Tejen las ramas, su otoño nuevo sobre los cristales.

La luz se ha exiliado sin decirme a dónde.

Preparo la urdimbre…la hebra se resiste

a urdir mi noche.

No soy responsable...sólo he tendido los estambres,

tal vez, dimensioné su fuerza y resistencia en la  caída.



Regresa.

Qué haré sin tus pasos por mi alcoba,

con este tiempo multiplicado,

con la fibra oscura liando mis labios

seducidos por tu nombre.

No tardes.

La avenida muere huérfana de aves

y las desnudeces del alma saben que

estambrar la soledad, no es fácil.





APARIENCIAS

EL ave de oro,
con su pico de cristal
bosqueja la caza
del rostro de la que soy
y de la cual no puedo fugarme.
Me incita con sus alas en desangre,
a salir del refugio
e ir al encuentro de su esplendor,
desamarrada
mi piel de las pasiones.
Acecha.
Se agazapa en las cornisas
de mis ojos y juega
a descifrar el acertijo de las lágrimas.
Lágrimas que jamás se desbordan,
que respetan la orilla,
que limitan,
que prefieren anegarse,
que jamás se animan a besar la playa.
Lágrimas que no cesan de libarme,
y es fallido mi intento de sobornarlas
con brasas de su propia hoguera.
De memoria conocen las máscaras
y dónde el cubil del lenguaje que destierra.
Aguardar en secreto,
hasta que mi silencio escriba
sobre un pentagrama de pájaros
las horas auténticas,
para dejarme ir (yo misma)
sin despedirme,
de la que soy en el espejo.
Es la mujer del espejo
-la inhabitada-
la que se niega a creer,
que hay momentos
que jamás regresan.




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